Telemedicina: la mala aplicación del término

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La palabra “medicina” viene del latín “medicus” (Médico); La palabra “Tele” surge del griego “Lejos”.

Efectivamente el término Telemedicina significa, en cortas palabras, atender a pacientes a distancia. La definición actual promulgada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el año 1998 se conoce así: “Como la distribución de servicios de salud, en el que la distancia es un factor crítico, donde los profesionales de la salud usan información y tecnología de comunicaciones para el intercambio de información válida para el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades o daños, investigación y evaluación; y para la educación continuada de los proveedores de salud pública, todo ello en interés del desarrollo de la salud del individuo y su comunidad.”

El término y la definición de Telemedicina, desde el año 1998 ha sido empleado de forma demasiado heterodoxa a nivel mundial, tanto por el gremio médico como por ingenieros electrónicos y de sistemas. Una cosa es su significado y otra muy distinta es aplicar el término, para la prestación de servicios médicos.

Cuando de servicios médicos se trata, en el entendido tácito de la interacción Médico-Paciente a través de Telemedicina, se debe tener extremo cuidado en no tergiversar este tipo de servicios. Cabe recordar, que por el hecho de no estar el médico físicamente con un paciente, la responsabilidad no se puede delegar en un sistema de comunicación. Es más, ésta en tal sentido crece exponencialmente debido a que se utiliza un canal  en el que el profesional de la salud depende de dos factores: su conocimiento científico y un medio de comunicación, llámese fibra óptica y/o satélite y/o radio enlace.

En este orden de ideas, en la actualidad se presenta una situación delicada con la prestación de servicios médicos a través de una mala interpretación de la Telemedicina. En primer lugar, si usted amigo lector ingresa a los buscadores de internet y escribe “Atención Médica Virtual”, encontrará un promedio de 900.000 resultados, y entre éstos también el ofrecimiento de servicios para que el paciente sea atendido por médicos generales y especialistas a través de la red. Desde el punto de vista ético, lo anterior es un error grande, y desde la responsabilidad médica se relaciona indiscutiblemente con una pésima práctica de la profesión. El por qué de esto se explica de forma sencilla, con un ejemplo básico, veamos:

Cuando un paciente determinado ingresa a la red y por ende a la nube de internet, en busca de una explicación a su patología y/o de tratamientos para su dolencia, indefectiblemente cae en links de “Atención Médica Virtual”, en los cuales se le ofrece a la persona “orientación” médica por parte de profesionales de la salud. El individuo lógicamente se entusiasma con ello, se inscribe con  un usuario y contraseña previos tras pagar una suma de dinero ínfima, lo que  lo entusiasma aún más, y empieza a interactuar con un profesional de la salud que en primer lugar no conoce, en segundo lugar el médico tampoco sabe quién es el paciente, en tercer lugar el paciente no tiene forma de verificar en ninguna parte el perfil profesional del médico con el cual  interactúa. Y más grave aún, la comunicación que se realiza por parte de las dos personas a través de internet no es confidencial bajo ningún aspecto; recordemos lo que afirman los ingenieros de sistemas: “toda página y dirección web de internet se puede violar”.

Pasemos a la “consulta”. El médico empieza a realizar a través de una videoconferencia genérica, de las cuales hay infinidad empezando por Skype, el interrogatorio habitual que llevamos de forma cotidiana con los pacientes y al término de la “consulta” de forma irresponsable formula al paciente. Aquí diría: ese médico merece el Premio Nobel de Medicina, es una eminencia, solo interactuando virtualmente de forma visual y auditiva con un paciente sin examinarlo realizó un diagnóstico. Para ser más explícito, supongamos que la persona le “consultó” al médico con este tipo de herramienta, sobre una cefalea severa que padece. Virtualmente interactuó más o menos 30 minutos con el profesional y luego termina este último formulándole verbalmente desde cualquier lugar del mundo, analgésicos para su dolencia.

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Les pregunto a mis colegas, conociendo de antemano la respuesta que muchos de ellos darán: ¿Y si la cefalea que manifiesta el paciente es un aneurisma cerebral disecante en curso?, ¿Si es una crisis hipertensiva que puede ocasionar un accidente cerebrovascular?, ¿Si el síntoma que presenta es concomitante con una masa cerebral expansiva?... ¿Le sirve el analgésico que verbalmente se le formuló, a través de una simple videoconferencia?

Cabe realizar a ustedes otra serie de preguntas de más peso aún, en caso de que el paciente pierda por alguna razón el conocimiento debido a complicaciones o fallezca después: ¿Dónde quedó consignada la historia clínica del paciente?, ¿Quién lo atendió?, ¿Dónde se encuentra la identificación con el registro de ley y la firma digital del médico tratante en la historia clínica?, ¿Dónde está la evidencia médica del tratamiento formulado verbalmente? Y por último: ¿A quién recurre la familia del paciente para levantar una queja por negligencia médica con la consabida demanda posterior?

No, esto no es Telemedicina. Es una forma simple en la cual personas inescrupulosas pretenden llenar sus bolsillos, considerando al paciente un “cliente”, lo cual desde el aspecto profesional es un delito y cualquier tribunal de ética médica que se respete está en la obligación de aplicar las medidas legales pertinentes ante esta falacia.

En esta pésima aplicación del término Telemedicina, también caen en la trampa no pocas veces especialidades y solo para mencionar algunas: Radiología, Cardiología, Neurología, Medicina Interna, Pediatría, Geriatría, Dermatología, etc.
Ha llegado a tal punto el mal empleo de la palabra, que hoy con los teléfonos celulares inteligentes, mis mal llamados colegas, realizan de manera irresponsable diagnósticos y ordenan tratamientos a los pacientes que se encuentran en un hospital o clínica o en sus propias casas, muchas veces desde los campos de golf, una cancha de tenis o una fiesta.

Telemedicina básica implica que en ambos puntos distantes donde se utilice esta herramienta con un paciente, debe estar presente un médico de atención primaria y un especialista, o en el caso de Telemedicina especializada, dos profesionales especializados quienes pueden compartir apreciaciones, lo cual es común cuando se trata de una segunda opinión diagnóstica y de manejo.     

Humildemente espero que el cuerpo médico en Latinoamérica reflexione y aplique a cabalidad el juramento hipocrático que hicimos al momento de graduarnos. No podemos olvidar nunca que aprendimos medicina gracias a los pacientes que nos prestaron sus cuerpos sin cobrar un centavo, para ejercer esta noble profesión.

 

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